domingo, 20 de octubre de 2013

El Misterio del Oera Linda X


Wodin, Nêf Tünis y Nêf Inka

por Hyranio Garbho


En el Oera Linda se habla de tres legendarios primos cuyas hazañas son memorables para el pueblo frisón.  Sus nombres eran Wodin, Tünis e Inka.  Wodin, el mayor de ellos, vivía en Lumkamâkja; Tünis e Inka eran oriundos de Aldergâmude.  El Oera Linda narra que estos primos sobresaldrían como bravos guerreros en la conflagración que enfrentó a los frisones contra los mâgjares y finneses.  Convocados a la guerra por la Êrêmoder Minna, en Ast-flylând, los jóvenes guerreros se reunieron y nombraron a Wodin como su jefe militar.  Tünis sería nombrado jefe de las fuerzas navales; e Inka sería elegido su almirante.  Los barcos zarparon entonces hacia Dinamarca, llevando a Wodin y su poderoso ejército a bordo.  La guerra fue favorable a los tres primos y lograron derrotar al malvado Mâgy -líder natural de los mâgjares.  Pero el Oera Linda dice que, con engaños,  adulaciones y encantamientos mágicos Mâgy logró ablandar el carácter de Wodin y ganarlo a su favor.  Le ofreció en matrimonio a su propia hija; y merced al uso de hierbas mágicas logró hacer que Wodin renegara de Frya y de Wr-alda.  Con el tiempo Mâgy logró el control absoluto sobre él; porque Wodin, un guerrero bueno en esencia, podía ser fuerte y valiente, pero no era clarividente.  Esto es, al menos, lo que dice de él el manuscrito frisón.  Seis años duró su reinado y luego desapareció.  Mâgy dijo que había subido a los cielos.  Su hijo, el hijo de Wodin, reinó entonces como su heredero.  Pero al no tener la edad para el cargo, Mâgy, que era su abuelo (no olvidar que la hija de éste se había casado con Wodin), asumió nuevamente como rey.

Otro fue el destino que tuvieron Tünis e Inka.  Por motivos que el Oera Linda no explica, cuando Tünis e Inka decidieron retornar a casa, no pudieron recalar en ningún puerto de la vieja Friesland.  La Volkmoder en Texland se los había prohibido.  Ello obligó a que estos dos primos  dirigieran sus embarcaciones hacia las costas de Cadiz, cerca del estrecho de Gibraltar; y se abastecieran allí con víveres y diversas provisiones.  El Oera Linda narra que Tünis deseaba navegar el mediterráneo; pero Inka quería marchar hacia los mares de occidente, donde pensaba que podía hallar restos de la desaparecida Âldland, que por su altura no se hubieran hundido. No pudiendo llegar a un acuerdo decidieron separar sus destinos.  Inka izó velas en dirección oeste y navegó hacia lo profundo del océano atlántico.  El Oera Linda narra que jamás se volvió a saber nada de él.  Tünis, en cambió, cruzó el estrecho de Gibraltar y navegó el mediterráneo.

La historia de Tünis, el legendario rey del mar frisón, ya ha sido narrada, en parte, en este estudio.  A modo de síntesis digamos que navegó hasta las costas fenicias y fundó allí una ciudad en honor de Tyr, a la que llamó Thyrsburgt. Hizo buenos tratos económicos con los fenicios, particularmente con los habitantes de Sydon, lo que le hizo enormemente rico, granjeándose gran fama como soberano de todo el mediterráneo.  Hacia el final de sus días volvió a Friesland cargado de riquezas.  Allí le recibieron con honores.  Le consideraron un rey tan grande que no pudieron evitar deificarlo a su muerte.  Le llamaron "Primo Tunis" -en frisio Nêf Tünis- y lo consagraron como dios eterno de los mares y los océanos. 

Es evidente el sincronismo entre Nêf Tünis y Neptuno, el dios del mar de la mitología romana.  Lo mismo que es obvio el paralelo entre Wodin y Odín, el mítico dios guerrero de la mitología escandinava -llamado Wotan entre los germanos, nombre que deriva efectivamente de Wodin.  Hay, por cierto, en estos paralelos, ciertas discrepancias.  Wodin, por ejemplo, es descrito como un fuerte y valiente guerrero, que no obstante no tenía sabiduría.  Esto contrasta seriamente con lo que sabemos de Odín o Wotan, cuya sabiduría obró el develamiento de las runas; y bebió del pozo de Mimer.   Otro tanto podemos decir de Tünis.  Pero el caso más interesante de los tres primos, quizá por nuestra posición geográfica, es el de Inka o Nêf Inka, quien navegó hacia los mares de occidente y nunca más se volvió a saber de él.  Por su nombre, es muy difícil que no le asociemos a los Incas.  Y si el Oera Linda dice que marchó hacia los mares occidentales en busca de algún refugio de la Atlántida, con mayor razón nos vemos obligados a sostener este paralelo.

Sobre la presencia de los Dioses blancos en América hay información abundante.  Muchas de estas noticias nos han sido aportadas por los propios cronistas españoles.  Cuando éstos llegaron a América se encontraron por todas partes con historias sobre ciudades encantadas en los Andes habitadas por "Dioses Blancos".  Paititi, Elelín, Aztlan, Thule, Kalasasaya son sólo una pequeña muestra de estas leyendas.  Los aztecas, por ejemplo, decían que Quetzalcóatl había venido de una isla situada en los mares del este llamada Aztlan.   Vino allí el Dios como portador de cultura, pero horrorizado por los sacrificios sangrientos se marchó; aunque prometió volver un día.  Esta leyenda del Dios blanco que promete volver un día se repite también en los andes peruano-boliviano.  Allí el Dios es conocido como Viracocha.  ¿Es Viracocha una especie de Quetzalcóatl peruano?  O mejor aun: ¿Son ambos, Viracocha y Quetzalcóatl, una evocación de un marino frisón que surcó los mares del atlántico, en búsqueda de los restos de su patria perdida, Âldland, y que el Oera Linda llama Nêf Inka? ¿Son, en este sentido, los incas, una realeza  descendiente de estos marinos frisones que llegaron a América, bajo el mando de Nêf Inka, probablemente hacia el 2000 a.C.?  Un interesante análisis realizado en Inglaterra a tres momias incas halladas en sepulcros reales reveló que su composición sanguínea no coincidía plenamente con los patrones sanguíneos de la población indígena nativa.  Los incas florecieron en Perú hacia el siglo XIII.  Es probable que una línea de ascendencia se haya mantenido desde los lejanos días de Nêf Inka, cuyo nombre evoca el título dado al emperador, hasta la época de la aparición de los incas en la escena de la historia.  Si ello es así podríamos explicar de manera satisfactoria el asombroso parecido cultural (relativo a la organización social y las leyes) que persiste entre éstos y los antiguos frisones.  Robert Scrutton ha detallado todos estos aspectos en su libro sobre la Otra Atlántida. A nosotros no nos queda más que admirarnos y complacernos en ello.  Después de todo, la presencia de los vikingos en América -como la de otros pueblos germánicos y escandinavos- ya ha sido ampliamente probada por otros interesantes estudios e investigaciones llevadas a cabo desde los años cincuenta.  En lo que a nuestra opinión respecta ellos dicen lo que, por otras vías, viene testimoniado en el Oera Linda.  A ellos, el texto frisón sirve como una prueba más entre las innumerables evidencias de la presencia de estos pueblos en América.

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