Wodin, Nêf
Tünis y Nêf Inka
por Hyranio Garbho
En el Oera Linda se habla de tres legendarios primos cuyas hazañas son
memorables para el pueblo frisón. Sus
nombres eran Wodin, Tünis e Inka. Wodin,
el mayor de ellos, vivía en Lumkamâkja; Tünis e Inka eran oriundos de
Aldergâmude. El Oera Linda narra que
estos primos sobresaldrían como bravos guerreros en la conflagración que
enfrentó a los frisones contra los mâgjares y finneses. Convocados a la guerra por la Êrêmoder Minna,
en Ast-flylând, los jóvenes guerreros se reunieron y nombraron a Wodin como su
jefe militar. Tünis sería nombrado jefe
de las fuerzas navales; e Inka sería elegido su almirante. Los barcos zarparon entonces hacia Dinamarca,
llevando a Wodin y su poderoso ejército a bordo. La guerra fue favorable a los tres primos y
lograron derrotar al malvado Mâgy -líder natural de los mâgjares. Pero el Oera Linda dice que, con
engaños, adulaciones y encantamientos
mágicos Mâgy logró ablandar el carácter de Wodin y ganarlo a su favor. Le ofreció en matrimonio a su propia hija; y
merced al uso de hierbas mágicas logró hacer que Wodin renegara de Frya y de
Wr-alda. Con el tiempo Mâgy logró el
control absoluto sobre él; porque Wodin, un guerrero bueno en esencia, podía
ser fuerte y valiente, pero no era clarividente. Esto es, al menos, lo que dice de él el
manuscrito frisón. Seis años duró su
reinado y luego desapareció. Mâgy dijo
que había subido a los cielos. Su hijo,
el hijo de Wodin, reinó entonces como su heredero. Pero al no tener la edad para el cargo, Mâgy,
que era su abuelo (no olvidar que la hija de éste se había casado con Wodin),
asumió nuevamente como rey.
Otro fue el destino que tuvieron Tünis e Inka. Por motivos que el Oera Linda no explica,
cuando Tünis e Inka decidieron retornar a casa, no pudieron recalar en ningún
puerto de la vieja Friesland. La
Volkmoder en Texland se los había prohibido.
Ello obligó a que estos dos primos
dirigieran sus embarcaciones hacia las costas de Cadiz, cerca del
estrecho de Gibraltar; y se abastecieran allí con víveres y diversas
provisiones. El Oera Linda narra que
Tünis deseaba navegar el mediterráneo; pero Inka quería marchar hacia los mares
de occidente, donde pensaba que podía hallar restos de la desaparecida Âldland,
que por su altura no se hubieran hundido. No pudiendo llegar a un acuerdo
decidieron separar sus destinos. Inka
izó velas en dirección oeste y navegó hacia lo profundo del océano
atlántico. El Oera Linda narra que jamás
se volvió a saber nada de él. Tünis, en
cambió, cruzó el estrecho de Gibraltar y navegó el mediterráneo.
La historia de Tünis, el legendario rey del mar frisón, ya ha sido narrada,
en parte, en este estudio. A modo de
síntesis digamos que navegó hasta las costas fenicias y fundó allí una ciudad
en honor de Tyr, a la que llamó Thyrsburgt. Hizo buenos tratos económicos con
los fenicios, particularmente con los habitantes de Sydon, lo que le hizo
enormemente rico, granjeándose gran fama como soberano de todo el
mediterráneo. Hacia el final de sus días
volvió a Friesland cargado de riquezas.
Allí le recibieron con honores.
Le consideraron un rey tan grande que no pudieron evitar deificarlo a su
muerte. Le llamaron "Primo
Tunis" -en frisio Nêf Tünis- y lo consagraron como dios eterno de los
mares y los océanos.
Es evidente el sincronismo entre Nêf Tünis y Neptuno, el dios del mar de la
mitología romana. Lo mismo que es obvio
el paralelo entre Wodin y Odín, el mítico dios guerrero de la mitología
escandinava -llamado Wotan entre los germanos, nombre que deriva efectivamente
de Wodin. Hay, por cierto, en estos
paralelos, ciertas discrepancias. Wodin,
por ejemplo, es descrito como un fuerte y valiente guerrero, que no obstante no
tenía sabiduría. Esto contrasta
seriamente con lo que sabemos de Odín o Wotan, cuya sabiduría obró el
develamiento de las runas; y bebió del pozo de Mimer. Otro tanto podemos decir de Tünis. Pero el caso más interesante de los tres
primos, quizá por nuestra posición geográfica, es el de Inka o Nêf Inka, quien
navegó hacia los mares de occidente y nunca más se volvió a saber de él. Por su nombre, es muy difícil que no le
asociemos a los Incas. Y si el Oera Linda
dice que marchó hacia los mares occidentales en busca de algún refugio de la
Atlántida, con mayor razón nos vemos obligados a sostener este paralelo.
Sobre la presencia de los Dioses blancos en América hay información
abundante. Muchas de estas noticias nos
han sido aportadas por los propios cronistas españoles. Cuando éstos llegaron a América se
encontraron por todas partes con historias sobre ciudades encantadas en los
Andes habitadas por "Dioses Blancos".
Paititi, Elelín, Aztlan, Thule, Kalasasaya son sólo una pequeña muestra
de estas leyendas. Los aztecas, por
ejemplo, decían que Quetzalcóatl había venido de una isla situada en los mares
del este llamada Aztlan. Vino allí el
Dios como portador de cultura, pero horrorizado por los sacrificios sangrientos
se marchó; aunque prometió volver un día.
Esta leyenda del Dios blanco que promete volver un día se repite también
en los andes peruano-boliviano. Allí el
Dios es conocido como Viracocha. ¿Es
Viracocha una especie de Quetzalcóatl peruano?
O mejor aun: ¿Son ambos, Viracocha y Quetzalcóatl, una evocación de un
marino frisón que surcó los mares del atlántico, en búsqueda de los restos de
su patria perdida, Âldland, y que el Oera Linda llama Nêf Inka? ¿Son, en este
sentido, los incas, una realeza
descendiente de estos marinos frisones que llegaron a América, bajo el
mando de Nêf Inka, probablemente hacia el 2000 a.C.? Un interesante análisis realizado en
Inglaterra a tres momias incas halladas en sepulcros reales reveló que su
composición sanguínea no coincidía plenamente con los patrones sanguíneos de la
población indígena nativa. Los incas
florecieron en Perú hacia el siglo XIII.
Es probable que una línea de ascendencia se haya mantenido desde los
lejanos días de Nêf Inka, cuyo nombre evoca el título dado al emperador, hasta
la época de la aparición de los incas en la escena de la historia. Si ello es así podríamos explicar de manera
satisfactoria el asombroso parecido cultural (relativo a la organización social
y las leyes) que persiste entre éstos y los antiguos frisones. Robert Scrutton ha detallado todos estos
aspectos en su libro sobre la Otra Atlántida. A nosotros no nos queda más que
admirarnos y complacernos en ello. Después
de todo, la presencia de los vikingos en América -como la de otros pueblos
germánicos y escandinavos- ya ha sido ampliamente probada por otros
interesantes estudios e investigaciones llevadas a cabo desde los años
cincuenta. En lo que a nuestra opinión
respecta ellos dicen lo que, por otras vías, viene testimoniado en el Oera
Linda. A ellos, el texto frisón sirve
como una prueba más entre las innumerables evidencias de la presencia de estos
pueblos en América.
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