El Debate sobre la Autenticidad del Oera Linda
por Hyranio Garbho
¿Es el Oera Linda un manuscrito auténtico? ¿Fue
efectivamente escrito (copiado) en el siglo XIII? ¿Vivieron sus verdaderos
autores genuinamente entre los siglos VI a.C. y I d.C.? ¿Son las historias que
relata registros auténticos de sucesos acontecidos a partir del segundo milenio
antes de Cristo e inscrito en los muros de los Burgos de la antigua Frisia? ¿O
se trata más bien de una falsificación, de un embuste más o menos ingenioso
llevado a cabo con relativo éxito hacia mediados del siglo XIX? ¿Qué evidencias
hay en favor de su autenticidad? ¿Cuáles son las pruebas que se invocan para
acreditar su falsificación? Mucho se ha
escrito al respecto; y variadas son las teorías y explicaciones que se han
vertido. Pero lo cierto es que, aunque
más sugerentes unas que otras, hasta el presente no se ha podido probar todavía que se trate de una falsificación;
como tampoco puede afirmarse con
certeza definitiva el hecho de su autenticidad. Esta es la situación actual del
debate sobre el Oera Linda. A más de
ciento cuarenta años de su primera aparición pública este documento sigue
siendo todavía un misterio.
Que no se haya podido probar aún su falsificación no
significa que se trate de un documento auténtico. Eso lo sabemos. Pero no
podemos dejar de puntualizar, al mismo tiempo, lo sorprendente -y sugestivo-
que es para nosotros el que esto no se haya podido determinar aún. En este tipo de casos suele ser más fácil
probar que un documento es falso a que es auténtico; y su proceso no toma nunca
más que unas cuantas pocas semanas. Por
eso, a estas alturas, el que las pruebas llevadas a cabo sobre el papel y la
tinta no hayan sido, en ninguno de los casos, concluyentes, debiera motivar en
todos nosotros una reflexión muy profunda.
Pero ¿está la moderna historiografía en condiciones de
asumir esa reflexión? En nuestra opinión
no lo está. Porque el Oera Linda fue
desde su origen un texto imposible; un texto que chocó, desde su génesis, con
los credos y dogmas más arraigados de las
in-formadas mentes del siglo XIX.
Ese texto nunca pudo haber sido escrito: esa fue la convicción general a
la que se llegó muy tempranamente. El
libro ponía a prueba la capacidad de los investigadores de ir más allá de sus
propios límites, obligándoles a romper ciertos esquemas habituales de
pensamiento. Por eso el libro no podía
ser posible; y los intelectuales de la época le arrebataron de entrada todo
crédito. Esta actitud, con el tiempo, no
ha cambiado mucho. Los intelectuales de hoy, lo mismo que los de ayer, siguen
sentados en sus propios límites, aferrados con uñas y dientes a su propia
estructura de prejuicios. Temen a
cualquier cosa que no encaje bien en sus categorías de entendimiento. Y no estarán nunca dispuestos a abrir sus
mentes a lo que pone en cuestión sus convicciones más arraigadas. Es, como muy bien sabemos, una simple
cuestión de actitud: en ella se origina -tanto ayer como hoy- todo el sesgo
subsecuente.
Uno de los aspectos más curiosos de este debate yace
en la soltura con la que se habla de fraudes y falsificaciones literarias. Como
si fuera muy fácil llevar a cabo una; sobre todo, una de un libro antiguo. No se repara en la enorme complejidad que
supondría hacerlo. Producir un libro hoy y pretender luego que se trata de uno
de antaño significaría no sólo servirse de papel y tinta de la época -sin
contar que en la mayoría de los casos agenciársela es prácticamente imposible-
sino, además, sujetar el manuscrito a efectos que simularan el paso del tiempo
-efectos que, en todo caso, debieran no sólo poder engañar al ojo humano, sino,
también, a la pericia científica. Y esto último es ya, en la práctica, algo
casi imposible. Y digo "casi"
como de un modo de expresarme, porque nunca se sabe hasta qué punto el ingenio
humano puede "hoy" lograr tales cosas. Ahora bien, tratándose de un
fraude de este tipo, en el curso de la segunda mitad del siglo XIX, la
posibilidad de lograr el engaño disminuye considerablemente.
La mayoría de las evidencias que se invocan para
imputarle falsedad al manuscrito tienen todas un denominador común: no
responden a la pericia científica, al dato duro de la prueba, sino que se
mueven permanentemente en el dominio de la argumentación. Incluso, cuando éstas se han originado en la
pericia científica, como es el caso de algunas investigaciones llevadas a cabo
en el último tiempo, desaprovechan esa oportunidad y terminan finalmente
apoyando sus conclusiones no en el dato de la prueba, sino en complejas
especulaciones, más o menos intrincadas e ingeniosas -por no decir fantasiosas-
que se han venido construyendo sobre la "asumida" inautenticidad de
este libro. El caso más emblemático de
esto último lo constituye el estudio llevado a cabo por Adriaan Kardinaal,
Ellen van der Grijn y Henk Porck, cuyas conclusiones fueron presentadas en el
Congreso del Libro de la Asociación Internacional de los Historiadores del
Papel en 2006, bajo el título de El Oera
Linda Boek, una falsificación literaria y su papel [1]. Por su relevancia en lo que nos ocupa daremos
más adelante al análisis de este estudio una importancia de primer orden.
El eje principal sobre la autenticidad del Oera Linda
ha venido a centrarse, en los últimos años, en la tesis de Goffe Jensma. A nuestro juicio el caldo de cultivo para
todo el resto de las actuales especulaciones sobre el libro. Según Jensma el Oera Linda es una
falsificación que no buscó ser una falsificación[2]. Su tesis, en extremo bizarra, propone que
tres sujetos, presumiblemente involucrados en una disputa religiosa, decidieron
confabularse para falsificar un documento y demostrar, con ello, que los puntos
de vista de la posición contraria, en estas disensos religiosos, eran falsos o
espurios. Buscaban, quizá, parodiar la Biblia, aunque sólo verosímilmente,
puesto que esperaban ser descubiertos en el engaño y demostrar así, por la vía
de la analogía, que si ellos habían logrado embaucar a un buen número de
personas en este fraude, los autores de la Biblia también podrían haber hecho
lo mismo. Así, en el trasfondo de toda
esta parodia se hallaría la intención manifiesta de probar el carácter espurio,
por no decir falso, de las Sagradas Escrituras; a la vez que imponer los puntos
de vistas modernistas, ostentados por los falsificadores, por sobre la visión
conservadora que dominaba entonces en el protestantismo frisón de la época.
Pero he aquí que, por diversas razones, el engaño fue tomado muy en serio; y en
poco tiempo había tantos defensores de la autenticidad del libro que ya era muy
tarde para retractarse o desdecirse.
Los falsificadores habrían sido, a lo sumo, tres:
François HaverSchmidt, Cornelius Over de Linden y Eelco Verwijs. HaverSchmidt, a quien Jensma sindica como el
responsable principal del fraude, habría sido el productor intelectual del
libro, el inventor de las historias, el creador de los caracteres pseudo-rúnicos
en que está escrito el texto; Verwijs habría actuado como editor y corrector de
estilo y Cornelius Over de Linden, el menos educado de los tres, como
transcriptor o copista del manuscrito.
Restando importancia al hecho de que esta tesis de Jensma,
en rigor, no es de Jensma sino de Johan Winkler[3],
hay, en las líneas generales de este planteamiento, una infinidad de cuestiones
que son ampliamente discutibles. En
efecto, en la evaluación global que hacemos de los planteamientos de este autor
ninguna de sus hipótesis, a nuestro juicio, posee un valor probatorio. Jensma únicamente especula y no deja nunca de
hacerlo. Supone motivaciones y las
presenta como evidencias. Incurre en
observaciones psicológicas de los supuestos falsificadores y explica a través
de ellas las razones de un fraude que da por sentado y no se molesta en
probar. Construye un contexto histórico
y lo hace calzar con sus especulaciones.
Y como si todo esto fuera poco, sobre lo único realmente importante
-esto es, el papel y la tinta- apenas hace unas pocas y muy marginales
observaciones, las que carecen de todo valor probatorio, porque incluso allí
especula[4].
Ciertamente, en este sentido, Jensma no trabaja como
un historiador habitual; no, por lo menos, en lo que a este documento
respecta. No hay una sola carta, ni una
sola confesión o, por último, ni un solo testimonio extraído de alguna
declaración que nos permita afirmar o sostener una sola de sus ideas. Todas
ellas brotan de su imaginación y de las conexiones que, a partir de ciertos
hechos muy circunstanciales, propone a modo de hipótesis; e incluso, en algunos
casos, bajo la forma de una "sugerencia". Pero nada sustancial; y todo, absolutamente
todo, especulativo. Como ya ha sido
establecido, para construir su hipótesis, Jensma no se basó en ninguna
evidencia "empírica", sino únicamente en especulaciones y sugerencias
que le venían pauteadas por las ideas de otro autor, Johan Winkler, las que
terminó por reproducir casi al calco[5].
Mucho más valioso para nosotros es, en este sentido,
el estudio de Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, cuya
investigación ya fue mencionada más arriba.
Aunque contrarias a la hipótesis que defiende la autenticidad del libro,
el trabajo de estas investigadoras tiene, por lo menos, el mérito de basar sus
premisas -que no sus conclusiones- en
la pericia científica llevada a cabo fundamentalmente sobre el papel; y en una
menor medida, también, sobre la tinta.
Esta investigación es relevante fundamentalmente por
dos cuestiones: primero, porque fue la primera investigación científica seria
llevada a cabo sobre el papel del Oera Linda con medios y tecnología de alta
precisión; y segundo, porque ninguno de
los resultados arrojados por la pericia científica resultó ser finalmente concluyente. En otras palabras, porque no se pudo probar,
con medios científicos, que el Oera Linda era una falsificación.
Antes de esta investigación el Oera Linda había sido
ya sometido a otras pericias científicas sobre el papel y la tinta. De hecho, los primeros estudios fueron
llevados a cabo entre 1873 y 1876[6],
esto es, apenas unos pocos años después desde su primera aparición pública, en
1867. Entonces los especialistas
convinieron en que el documento era falso[7];
y que tuvo que haber sido hecho después de 1800. Supusieron que el papel había sido fabricado
en alguna moderna máquina de la época; y que tuvo que haber estado sometido a
algún compuesto químico especial, a objeto de dar al manuscrito el aspecto de
ser un texto antiguo. Pero ninguna de
estas hipótesis fue finalmente probada en estos estudios; y los especialistas
asumieron la inautenticidad del manuscrito independientemente de los resultados
de las pericias realizadas sobre el libro.
Luego de esto, a excepción de una nueva investigación llevada a cabo en
los años treinta, en Alemania, y que confirmó que el papel utilizado en el Oera
Linda había sido hecho a máquina (sobre esta relevante cuestión volveremos más
adelante), ninguna nueva pericia sobre el papel o la tinta volvió a realizarse
en este sentido. De allí la importancia que tiene para nosotros la
investigación de Kardinaal, van der Grijn y Porck.
En su estudio, estas investigadoras del papel
comparten los prejuicios de sus antecesores.
Pero su trabajo tiene un plus que lo distingue de los demás: a partir de
él puede obtenerse una información reveladora sobre la dirección de la fibra
del papel y la malla de alambre utilizada en su producción, que nos da luces
sobre cuál pudo haber sido la fecha más probable de su fabricación -fecha que,
en todo caso, está muy lejos de ser el siglo XIX.
Las premisas de la investigación de Kardinaal, van der
Grijn y Porck arrancan de la comparación entre el papel utilizado en el Oera
Linda y unas "oportunas" hojas en blanco halladas en la finca de los
Over de Linden. Ellas buscaban probar
que ambos grupos de hojas formaban parte del mismo stock. Si ello hubiera sido posible, habría quedado
establecido la procedencia del papel del manuscrito y se habría podido probar,
así, su falsificación. Ahora bien, demás
está decir que, en esta investigación, esto no
pudo ser probado.
En su trabajo, Kardinaal, van der Grijn y Porck
tuvieron a su disposición, para la inspección visual del texto, el manuscrito
completo. El análisis pericial, sin embargo, se llevó a cabo sobre pequeños
trozos de papel desprendidos de los bordes de algunas de las páginas del Oera
Linda y de las hojas en blanco halladas en la finca de los Over de Linden. Los trozos de papel del Oera Linda provenían
de dos fuentes distintas: en un caso, se trataba de un trozo cuya procedencia no
se pudo establecer (en nuestro estudio le llamaremos a éste el "trozo
anónimo"); y en el otro, el trozo de papel se había desprendido de una de
las cartas del manuscrito, presumiblemente de la página 143, según la opinión
de las investigadoras (en nuestra estudio le llamaremos a éste el "trozo
epistolar").
Hay, sobre este "trozo epistolar", algo muy
interesante que apuntar. Fuera de las
cartas que se adjuntan al inicio del manuscrito hay otras dos cartas en el Oera
Linda: una atribuida a Ljudgêrth y otra a Rika. Herman Wirth, el
traductor del Oera Linda al alemán, se negó a traducir la carta de Ljudgêrth,
por estimar que su autenticidad era muy dudosa[8]. Si el "trozo epistolar" de la
investigación llevada a cabo por Kardinaal,
van der Grijn y Porck se correspondiese con esta carta, ello explicaría muchas
cosas. Pero volveremos sobre este asunto
más adelante. Por lo que nos concierne
ahora, cabe destacar que fuera de estas muestras, las investigadoras del papel
del Oera Linda no tuvieron ningún otro material a su disposición, por lo que
sus conclusiones se remiten únicamente a estas evidencias.
Sobre el proceso, análisis y conclusiones de esta
investigación podemos decir sumariamente lo que sigue: 1) Que se sometieron a
prueba todas las muestras de que se disponía: los trozos de papel del Oera
Linda (el anónimo y epistolar); y las muestras de las "hojas en
blanco" halladas en la finca de los Over de Linden. 2) Las pruebas llevadas a cabo fueron: a) una
inspección visual de todo el Oera Linda y de las "hojas en blanco";
b) pruebas de fluorescencia de Rayos X para el análisis de la fibra y medida
del grosor del papel; y c) tinciones de Herzberg para determinar el tratamiento
de la antigüedad por "supuesta" coloración artificial del papel.
Adicionalmente a estas pruebas se llevaron a cabo algunos otros análisis
químicos para determinar la presencia de colofonia, alumbre y caolín. 3) La
inspección visual arrojó como resultado que todas las páginas del Oera Linda
eran idénticas en cuanto a su fuente, composición y propiedades; pero las
pruebas de fluorescencia de Rayos X demostraron, de hecho, que existían
considerables diferencias entre las dos muestras testeadas (el "trozo
anónimo" por un lado, y el "trozo epistolar" y las "hojas
en blanco", por el otro). 4) Si
bien es cierto se buscó respaldar, en la observación de los patrones de la
dirección de la fibra y la utilización de una malla de alambre, la evidencia de
que el papel había sido hecho por una máquina "Foudrinier" equipado
con un "égoutteur", nada de esto fue concluyente, pues los análisis
químicos revelaron la ausencia absoluta de resina, alumbre y relleno de caolín,
tan esenciales en la fabricación del papel llevadas a cabo por este tipo de
máquinas. 5) Aunque las investigadoras
insistieron en una supuesta decoloración artificial del papel, a objeto de
producir una apariencia de antigüedad en el manuscrito, la "supuesta"
sustancia colorante utilizada nunca fue identificada. 6) Tampoco se pudo probar que el papel del
Oera Linda era del mismo stock que los papeles en blanco hallados en la finca
de los Over de Linden; y aunque estas últimas guardaban una considerable
similitud con el "trozo epistolar" del Oera Linda, tenían, también,
muchas y esenciales diferencias con el "trozo anónimo".
Con todos estos reveses en la investigación -y digo
reveses porque estas investigadoras no buscaban descubrir si el Oera Linda era
auténtico, sino probar que era falso- no les quedó otra opción que inclinarse a
la especulación y basar sus conclusiones en cualquier otra cosa, menos en los
resultados arrojados por su propia investigación. Finalmente, la investigación de Kardinaal,
van der Grijn y Porck, se traicionó a sí misma, al terminar por fundamentar sus
conclusiones en las bizarras y ambiguas ideas de Jensma, las que en nuestra
opinión, culminaron por echar a perder todo el estudio -y todo lo que esta
investigación pudo haber tenido, en algún momento, de valiosa.
Hay un único punto en el que este estudio se torna
peligrosamente sugerente; aunque no abandona nunca el terreno de la
especulación. Sobre las "hojas en
blanco" halladas en la finca de los Over de Linden la investigación nos
dice que estaban numeradas; y que "probablemente" -por lo menos, eso
es lo que les sugiere una simple inspección visual- habían sido numeradas por
la misma mano que numeró las hojas del Oera Linda. Pero no sólo esto: también estaban cortadas
en un tamaño similar a las del manuscrito[9]. Kardinaal, van der Grijn y Porck sugieren,
basadas en esto, que "quizá los papeles en blanco eran aún remanentes de
una producción del Oera Linda" y que -aunque resta todavía probarlo- estas
hojas pudieron haber sido preparadas como "páginas del Oera Linda que
nunca llegaron a utilizarse realmente"; como si alguien hubiera querido
añadir más páginas al manuscrito, pero luego hubiera decidido abandonar la idea[10]. "Hasta ahora -concluyen estas
investigadoras- el rol de las hojas en blanco sigue siendo (todavía) bastante
misterioso"[11].
A partir de la investigación de Kardinaal, van der
Grijn y Porck -y contrariamente a lo que habría sido su deseo- puede abrirse
una línea de discusión en favor de la autenticidad del Oera Linda, antes nunca
sospechada por ninguna otra investigación.
Ella arranca apenas de una línea, contenida en una de las cartas que se
adjuntan al inicio del manuscrito, y que el texto atribuye a Hidde Oera
Linda. En ella podemos leerle al
copista decir: "para que no se
pierdan las he copiado en papel extranjero". Esta frase, aparentemente
inocente, es absolutamente determinante a la hora discutir el tipo de papel de
que está hecho el manuscrito del Oera Linda.
Si no fuera por ella debiéramos asumir que este libro debió haber sido
escrito en pergamino; y la cuestión de su autenticidad, quizá, hace mucho, ya
se habría zanjado en favor de una falsificación. Pero he aquí que si fue copiado en papel
extranjero, cabe la posibilidad que éste fuera papel de algodón o lino (el
estudio de Kardinaal, van der Grijn y Porck probó que el "trozo
anónimo" era de lino, a diferencia del "trozo epistolar" y las
"hojas en blanco" que probaron contener agentes químicos de
procesamiento de la madera, del algodón y la paja), o una mixtura de ambos,
como de hecho lo propone Ottema en su estudio.
En la conferencia sobre el Oera Linda dictada en 1871
para la Sociedad Frisona podemos leer una cita de Wattenbach
en la que éste aparece diciendo:
"La manufactura
del papel de algodón tiene que haber estado en uso entre los chinos desde
tiempos muy remotos; y debe haberse hecho conocida por los árabes debido a la
conquista de Samarcanda, alrededor del año 704. En Damasco la manufactura del
papel constituía una importante rama de la industria, por cuya razón era
llamada 'Carta Damascena'. Este arte fue llevado a los griegos por los árabes.
Se ha afirmado que los manuscritos griegos del siglo X escritos en papel de
algodón existen, y que en el siglo XIII eran mucho más usado que el pergamino.
Para distinguirlo del papel egipcio fue llamado Carta bombicina, gossypina,
cuttunea, xylina. Una diferencia del papel de lino no era todavía necesaria. En
la manufactura del papel de algodón se usó originalmente algodón crudo.
Nosotros encontramos primero papel de harapos mencionados por Petrus
Clusiacensis (1122-1250). Los españoles y los italianos aprendieron de los
árabes la manufactura de este papel. Las más celebradas industrias estaban en
Jativa, Valencia, Toledo, además de Fabriano en la Marca de Ancona"[12].
Y más adelante el
propio conferencista agrega:
"En Alemania,
el uso de este material no llegó a ser muy extenso, independientemente de que
viniera de Italia o de España. Por lo
tanto, cuanto más lejos se extendió desde el Este y los países vecinos, mayor
necesidad hubo que el lino tomara el lugar del algodón. (...) Bodman considera
que el papel de lino puro más antiguo es del año 1324, pero hasta 1350 se
utilizó mucho el papel mixto"[13].
La investigación de Kardinaal, van der Grijn y Porck
probaron que el papel del Oera Linda no contenía ni resina, ni alumbre, ni
caolín. Pero sí demostraron que había
sido fabricado por algún tipo de máquina, en virtud de la dirección de la fibra
y el uso de una malla de alambre. La
ausencia total de resina, alumbre, o caolín, unida a la evidencia de que este
papel fue fabricado, puede ser el indicador de que haya sido hecho por máquinas
infinitamente más modestas, mucho antes de la existencia de las máquinas
"Foudrinier". Sobretodo, considerando que la longitud de las fibras
(de 3 a 6 mm) vendría a mostrar, además, que el batido en la preparación del
papel no había sido muy fuerte (como se espera que lo sea el de una máquina
moderna de comienzos del siglo XIX). Además, las pruebas realizadas por estas
investigadoras demostraron también la presencia de almidón, los que aunque
pueden considerarse una adición habitual de la colofonia o resina, hablan
también en favor de un tipo de papel mixto, como el que se usó hasta 1350.
El lector inteligente advertirá que son estas también
especulaciones; pero no dejará de reconocer, al mismo tiempo, que están basadas
en hechos que han podido certificarse.
Después de todo, mientras no existan resultados concluyentes, extraídos
de pruebas debidamente realizadas, nadie podrá hacer otra cosa más que
especular. Y el valor de tales
especulaciones sólo lo determinará el grado de probabilidad o cercanía con los
"hechos" hasta ese momento constatables. En ese sentido creemos que existe un alto
nivel de probabilidad que el Oera Linda sea auténtico. Primero, porque las evidencias indican que el
papel del Oera Linda fue hecho de una composición de lino y algodón como las
que se usaron hasta 1350. Segundo,
porque el copista del manuscrito reconoce, hacia el final de su carta, que las
ha copiado en papel extranjero, que no en pergamino, disponible en el siglo
XIII en vastas regiones de Europa. Ese
papel fue llevado al viejo continente por los árabes, pero éstos lo habían
aprendido de los chinos. En su
composición era típico el uso del lino y algodón; y la utilización de una malla
de alambre. El tipo de batido indica que
la maquina de fabricación pudo no ser moderna; lo que viene a ser reforzado en
el hecho de la ausencia de componentes químicos como el procesado de resina,
alumbre y caolín. Tercero, porque al no haberse hallado sustancia química
alguna que demostrara una decoloración artificial de las hojas, existen razones
fundadas para pensar que éstas pudieron ajar su color en virtud del paso del
tiempo (esto no lo afirmamos como cierto, sino únicamente como probable). Cuarto, porque la mayoría de las evidencias
para impugnarle inautenticidad al texto vienen extraídas de los resultados de
las pruebas aplicadas al "trozo epistolar" (probablemente la carta
que Wirth no quiso traducir), que no al "trozo anónimo", siendo este
último más representativo del manuscrito entero, pues pudo haber sido extraído
de cualquier parte del Oera Linda, y no de una en específico. Y así, podemos seguir sumando evidencias y
especulaciones. Con ello, lo único que
estamos en condiciones de probar es que el debate sobre la autenticidad del Oera
Linda -un debate que tiene ya más de cien años- está todavía abierto.
Más allá del papel, no obstante, y de las muy
calificadas investigaciones llevadas a cabo a su respecto, existen otras
razones que nos llevan legítimamente a sospechar que el Oera Linda podría ser
auténtico. He aquí algunas de éstas.
[1]
Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, El Oera Linda Boek, una falsificación literaria y su papel, IPH,
Congress Book 16, 2006.
[2] Esta opinión sobre la tesis de Jensma viene
confirmada también en el estudio llevado a cabo por Adriaan Kardinaal, Ellen
van der Grijn y Henk Porck. Allí puede
leerse lo que sigue: "Según Jensma, el The
Oera Linda Boek no tenía la intención de engañar a sus lectores de forma
permanente. No era un fraude, sino una
mistificación. Varias señales fueron incorporadas en este sentido, tanto en su
forma como en su contenido, para hacer creer al lector de que no todo era lo
que parecía.
Uno de estos signos principales sería el papel, el que, según se supone,
crea una ilusión de autenticidad, pero no podría haber engañado al lector del
siglo XIX por mucho tiempo" Adriaan
Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, El Oera Linda Boek, una falsificación literaria y su papel, IPH,
Congress Book 16, 2006, pág. 178
[3] El propio Jensma reconoce esto en su
monografía. Allí, podemos leerle lo que
sigue: "Poco después de 1900 Johan Winkler (Leeuwarden 1840 - Haarlem
1916), un médico de Leeuwarden, la capital de Frisia, presentó un nuevo punto
de vista sobre el caso. Estaba
convencido que Cornelius Over de Linden no había escrito el libro solo, como
era lo que generalmente se asumía en esa época, sino que éste había sido
producto de la articulación de François HaverSchmidt, un vicario y poeta
modernista, Eelco Verwijs, librero y archivero; y Cornelius Over de Linden,
carpintero de barcos". Goffe
Jensma, The Masked God. François HaverSchmidt and the Oera Linda Book,
2004, pág. 368.
[4]
En Jensma, por ejemplo, las referencias al tipo de papel del manuscrito son
extraordinariamente marginales y no van más allá de las cuatro o cinco
líneas. Sin contar lo imprecisas que son
no deja de llamar la atención que el autor que las invoca les dé tan poca
importancia. Puesto que si efectivamente
el papel del Oera Linda hubiera sido hecho por maquinarias existentes sólo a
partir de 1850 resulta inoficioso e insulso intentar probar la inautenticidad
de este manuscrito por otras vías (como las del análisis estilográfico o el
método de la crítica histórica), habiendo sido ya establecido el engaño por
medio de las pericias relativas al tipo de papel.
[5] En un
pasaje de su famosa monografía sobre el Oera Linda le podemos leer lo que
sigue: "Los puntos de vista de
Winkler se ajustan a los resultados de mi propio análisis textual. Yo, lo mismo
que él, pienso que en el texto (se refiere al Oera Linda) trabajó más de una
persona, y probablemente tres; y que el libro trata, en su esencia, de teología
modernista. Adicionalmente sugiero que
la opinión que Winkler tiene al respecto se originó a partir de un informante
anónimo de la familia de los Over de Linden y que por esta razón puede ser
considerada más fiable de lo que usualmente se ha asumido. Tomo estas dos
circunstancias como un argumento que respaldan la utilización de las ideas de
Winkler como una hipótesis para lo que resta de este estudio". Goffe
Jensma, op. cit., 2004, pág.
368. El paréntesis, en la cita, es
nuestro.
[6] Entre
las investigaciones sobre el papel y la tinta llevadas a cabo entre estos años
se cuentan las de Hugo Suringar, Verklaring
over het papier van het O.L.B. (Informe sobre el papel del Oera Linda Boek), mayo
1874, manuscrito original en Tresoar, Leeuwarden; Frederik Muller, Oudheid van papier schrift van het Oera
Linda Boek, (Antigüedad del papel y la tinta del Oera Linda Boek),
publicado en Nederlansche Spectator, 5 de Agosto de 1876; P. Smidt van Gelder, cartas a Frederik Muller, publicadas
como anexos adjuntos en Oudheid van
papier schrift van het Oera Linda Boek.
[7] A
excepción de J.G. Ottema, quien es conocido por ser el primer traductor del
Oera Linda a una lengua moderna, particularmente al holandés. Ottema llevó a cabo un estudio propio sobre
el papel del manuscrito en el que concluyó que éste era auténtico. J.G. Ottema, Thet Oera Linda Bok. Naar een
handschrift uit de dertiende eeuw, Tweede uitgave, 1876.
[8] Ver
nota 496 en el capítulo titulado "Hasta aquí el Consejo de Gosa. Lo que sigue es el relato de Konerêd".
[9] Cfr
Adriaan Kardinaal, Ellen van der Grijn y Henk Porck, op. cit., pág. 179.
[11]
Ibidem
[12]
Conferencia leída en la reunión anual de la Sociedad Frisiana, en Febrero de
1871. El texto completo de esta conferencia figura como Introducción a la
Versión Inglesa del Oera Linda de W. R. Sandbach. También nosotros la hemos incluido como
Introducción en nuestra Edición Castellana.
[13]
Ibidem.
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