(Para una investigación en curso)
Para la gnosis, el hombre no compartía el carácter
perverso de la Creación. Muy al contrario, se negaba que en un principio
hubiese sido creado material. El alma humana no era sino una partícula de luz
de lo alto aprisionada en la materia. Adán había sido creado por el Demiurgo y
sus arcontes (de hecho, el libro bíblico del Génesis sería obra no de la
inspiración divina sino de Samael (1) y sus ángeles perversos). El
demiurgo, "Ialdabaoth" (quizás una deformación de "Yahveh
Sebaoth" = "Yahveh de las huestes") se habría proclamado el
único dios. A su clamor se le habría opuesto una voz de lo alto diciéndole
"Yerras..., existe el Hombre". Engañado por el Padre de lo Alto,
Ialdabaoth habría entregado la chispa de vida al cuerpo del primer hombre y
también sería quien expulsaría a la primera pareja del paraíso, después de
copular con Eva. De la cópula entre el Demiurgo y Eva nacerían Caín y Abel,
siendo la primera descendencia de Adán su hijo Seth.
Originalmente, el hombre primordial no pertenecía a
la creación material: se ha visto reducido a su estado actual ("ha
caído") no por su pecado, sino por la acción perversa de los poderes de
las tinieblas. Una vez caído en el cosmos material, debe reintegrarse a su
punto de partida divino, todo en un doble movimiento de degradación y de reintegración.
En este proceso aparecerán una serie de seres, lugares y emanaciones que,
dentro de la arboladura cósmica, intervendrán en las vías del hombre. Cristo
sería una de ellas.
ÉTICA. Las religiones bíblicas (pero no las
emanadas del paganismo) comparten la tesis de que el ser humano está inserto en
un mundo inhóspito, pero no atribuyen tal hecho a una maldad intrínseca de la
Creación, sino a un pecado primigenio, el de Adán y Eva, que trastornó el orden
del universo. Así, tanto el judaísmo (Génesis 3) como el cristianismo (Romanos
5,12 y ss.) o el Islam (Sura 2, 30-39) creen que la materia era primigeniamente
buena y que sólo se ha convertido en algo no malo pero sí dispensador de
amarguras y pesares por culpa del hombre.
En los gnósticos, dada su concepción de los
orígenes del mundo, quedaba excluida la idea del pecado o la falta original.
"El hombre no tenía que reconciliarse con el Creador, sino combatirlo como
dios perverso en un esfuerzo por volver a su lugar primigenio" (3).
La idea de un Redentor (Mesías judío o Cristo) no
era necesaria para conseguir la "salvación". No existía una culpa que
redimir, sino una situación material y tenebrosa que aprisiona al ser humano.
Para el gnóstico, la idea de un Dios encarnado y muerto por el hombre era
repugnante. Quien así lo interpretase pervertía el relato de la historia del
cosmos. Al abordar la figura de Cristo no se identificaba a una hipóstasis de
Dios, sino a un ser luminoso que había venido a enseñar el camino. Si el ser
humano quería volver a su origen celestial lo único que necesitaba era adquirir
el conocimiento ("gnosis") necesario, y adquirirlo pronto, ya que los
gnósticos pensaban que la gran batalla cósmica entre la Luz y las Tinieblas
estaba al caer, y cada persona debía haber escogido bando.
¿De dónde habría venido este conocimiento
liberador? Para los gnósticos, la habrían consignado por escrito Adán (el
primer hombre) y luego Seth (su primer hijo). Oculta durante miles de años,
habrían salido a la luz en ciertos momentos, de manos de Moisés, Elías y Jesús
(considerado el mayor maestro). Los diferentes movimientos gnósticos podrían
bajo su autoridad sus diferentes doctrinas, cosa que no debería extrañar a sus
adversarios: judíos y cristianos llevaban muchos años haciéndolo.
Al negar la redención y al afirmar la maldad
intrínseca del mundo material, para la gnosis, la moral carecía de la
importancia esencial que tiene en el judaísmo y en el cristianismo. Las
diferentes escuelas gnósticas coincidían en el rechazo al Antiguo Testamento,
la Ley de Moisés y su Decálogo. La ética que ponían por escrito se consideraba
procedente del demiurgo y sus demonios.
Si el hombre estaba preso en un cuerpo material no
podía ser responsable de sus actos. La gnosis ofrecía modelos de comportamiento
que iban del ascetismo riguroso de maniqueos o mandeos, fieles a unos códigos
escritos muy estrictos, a la justificación de las mayores orgías considerando
que no se podía juzgar ni condenar lo que hacía el cuerpo, cuando lo importante
era el espíritu (4)
La vida del gnóstico giraba en torno a la
articulación de los distintos individuos en grupos jerarquizados y que practicaban
sus ritos secretos, de los que nada sabemos. Según testimonio de Epifanio, y
las referencias (con burla) de Plotino, daban mucha importancia al
proselitismo, sus reuniones secretas y su tendencia a celebrar ritos de corte
"mágico" (2), en lugar de reuniones en las
que impartir enseñanzas morales. Para los gnósticos, la moral no prevalecería
sobre la sabiduría surgida del conocimiento. Como señala J. Doresse (la mayor
autoridad francófona sobre la gnosis), la carne no podía ni impedir la
redención de los elegidos ni participar en su redención.
La actitud ante la sexualidad era opuesta a la
ética judía y cristiana. Casi todos, al ejemplo de Marción, condenaban toda
relación sexual que desembocase en la procreación, es decir, en el
aprisionamiento de nuevas almas dentro de la materia. Pero si bien rechazaban
el acto carnal entre los iniciados, admitían el matrimonio de los simples
laicos que podían someterse al principio sin dejarse dominar por la materia. Se
explica esta actitud por el hecho de considerar al hombre un ser caído: su
continencia impedirá la perpetuación del reino material, tenebroso, mientras el
hombre no haya encontrado la esencia de su ser y la pureza original que glorificaba
a sus luminosos antepasados. En cuanto a la fe, se le reconocía nulo valor en
sí misma, si no iba acompañada del conocimiento.
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