(para una investigación en curso)
Como punto de partida, la gnosis asume claramente
que el mundo en que habita el ser humano es malo. En él está sometido al vaivén
de las circunstancias: la enfermedad, el dolor, el envejecimiento y, al final,
la muerte. Por eso, el gnóstico querrá transcender el mundo material, que le
encadena.
Si la materia es mala, esta maldad no puede
atribuirse a Dios, bondad y perfección absolutas, sino que debe encontrarse en
el acto creador. La explicación, para los gnósticos, era que el Creador de
nuestro cosmos (que no debe identificarse con el concepto vulgar de
"Dios") era perverso per se y había dado ser a una creación malvada.
Partiendo en algunos casos del mismo relato bíblico del Génesis, pero entendido
de una manera diferente, algunas formas de gnosis identificaban a este Dios
malvado con el Iahveh del Antiguo Testamento.
Este creador era llamado Demiurgo (griego =
"artífice del mundo") y el mundo era su obra. Este concepto, en la
filosofía platónica, se refería a una divinidad que, conociendo los modelos
eternos de las cosas (las ideas), los plasma en la materia. En el
neoplatonismo, floreciente en la época gnóstica, el demiurgo se identificaba
con el alma o inteligencia del mundo.
En el cristianismo la Creación era buena, pero
había sido corrompida por el pecado (Génesis 1-3). La gnosis, por su parte,
defendía la idea de que la Creación es mala y otra de una divinidad perversa,
Demiurgo o "Yahveh". Este produjo el mal al enorgullecerse de su
obra. La creación sería, así, un proceso degradante que va de Dios (espíritu)
hasta la materia.
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