martes, 21 de mayo de 2013

El Secreto de Las Runas


Por Hyranio Garbho


Las claves de comprensión del Secreto de Las Runas de Guido von List se despliegan a partir de la inteligencia de tres nociones o conceptos fundamentales de su filosofía.  Estas nociones están íntimamente vinculadas entre sí y son  transversales a toda la obra listiana a partir del Bücherei.  Estos conceptos son, primero, los tres niveles de comprensión del todo -los que están sujetos, a su vez, a las tres fases fundamentales del ciclo natural de todas las cosas, las cuales son el nacimiento, desarrollo, muerte y renacimiento; segundo, la dualidad, trinidad y multiplicidad en que parece desenvolverse siempre la "unidad" del todo; y tercero, la ley interior de todo cuanto existe en ambos planos de la realidad, ley cuya forma se expresa en la noción de Destino (Schicksal). Todos los temas tratados y desarrollados en profundidad -e incluso aquellos que son tocados sólo tangencialmente- están abordados desde esta triple óptica de comprensión, fuera de la cual, además, no es posible hacer inteligencia alguna del Secreto de Las Runas.

De acuerdo con el planteamiento de List todo cuanto hay en el universo está sujeto a un proceso o ciclo permanente de transformaciones y cambio.  Este proceso describe tres fases fundamentales -Nacer, Desarrollarse y Perecer para Volver a Nacer nuevamente.  En la última de estas fases (el perecer para nacer nuevamente) este proceso delinea una ascensión que da cuenta de un ciclo en espiral, por lo que la concepción del tiempo fundamental en List no supone una cadena en círculo, al modo griego o nietzscheano, sino un ciclo de transformaciones en el que cada renacimiento supone un ascenso o conquista que determina la necesidad del cumplimiento de esta última fase. 

Ese proceso o ciclo ha sido precisado por nosotros en la fórmula del Venir-al-Ser, Permanecer-en-el-Ser y Abandonar-el-Ser para Venir-al-Ser nuevamente. En la propuesta listiana el "nacimiento" marca una fase del proceso que bien puede describirse en la fórmula del ex-nihilo.  En efecto, dado que se trata de una ascensión en el espiral cada nuevo "nacimiento" marca a un "ser" que no era antes, en la medida que no repite ni puede repetir al "ser" precedente, sujeto como está a ascender y no a circular. Por eso que este "nacimiento", este "originarse" (Entstehen) supone más bien la impronta de un movimiento hacia el "ser" desde un "no-ser" que era antes, y que en el ciclo precedente necesariamente habría supuesto un desplazamiento desde el "ser" hacia el "no-ser" (lo que nosotros llamamos el abandono-del-ser o Tránsito hacia el no-Ser -en alemán, Vergehen).  El permanecer-en-el-ser es la etapa del desarrollo, la actividad, el gobierno; el momento o movimiento visible del "Ser" en esta dinámica constante que describe la espiral.  Pero, de todos modos, es sólo un momento. En él tiene lugar el Gobierno, la regencia, entendida ésta no desde la trivialidad exclusiva de los asuntos humanos (sin descontar por ello que pueda implicarlos en algún sentido, y de forma necesaria), sino, desde la inteligencia sutil de la esencia de la ley que es Destino.  "Permanecer-en-el-Ser" es, así, "Hacer", "Actuar" en la órbita del "Gobierno"  (en la esfera del autoregirse por la ley que es Destino); pues todo cuánto tiene lugar en este orden de cosas, todo cuánto es puesto en movimiento en este plano visible de la realidad (un pensamiento, una emoción, etc.) puede ser sujetado o reducido a una "acción", a un "hacer" que tiene como base y fundamento a la "ley que es destino", que es "Gobierno".  Finalmente, el abandono-del-Ser (Vergehen) para Venir-al-Ser nuevamente marca un movimiento que va desde el Ser hacia el no-Ser, pero donde este no-Ser representa un nuevo y simultáneo movimiento hacia un nuevo Ser, al tiempo que un ascenso en la espiral del ciclo constante de toda realidad.  "Abandonar-el-Ser" (Vergehen o Tránsito hacia el no-Ser) supone,  metafísicamente hablando, perder realidad en el alto sentido de esta expresión, esto es, en el que da cuenta de ambos planos de la realidad.  Por ello, es tanto "perecer", "corromper", "decaer", "degradar" como "desaparecer", "volverse invisible" en el entendido de instalarse en la "ausencia", en la "nada", en lo que ya no tiene tiempo (o tiene demasiado tiempo, para expresarnos en un sentido trivial) y no puede, por tanto, estar sometido a las leyes del tiempo.

Este ciclo permanente es natural. La ley que lo rige es Destino. Pues todos los seres tienden a él como a su propio cumplimiento. Pero este ciclo entraña todavía una significación más.  De él se desprenden los tres niveles de comprensión a que están sujetas todas las cosas. Todos los seres, todas las cosas, todos los hechos, e incluso todas las palabras, en el devenir de su desarrollo, pueden explicarse en cualquiera de estos tres niveles de comprensión; pues todo nace, se desarrolla y decrece.  Desde el significado de una palabra, pasando por el simbolismo de una imagen, o la propia vida de una persona.  En la medida en que todo está sujeto a este ciclo permanente de transformaciones y cambios, todo es susceptible de ser interpretado en cualquiera de estos tres niveles de comprensión.

Así, la naturaleza de todo cuanto existe está sujeta a este ciclo perenne de alteraciones y transformaciones. Pero ese devenir constante, ese eterno proceso de germinaciones, desarrollos, caídas y renacimientos acontece según una estructura metafísica que da cuenta de una dualidad, de una trinidad y de una multiplicidad que atraviesa a todos los seres y por la que todos los seres llegan a ser y dejan de ser en este ciclo perpetuo.

La dualidad lo envuelve todo y la dualidad es siempre de contrarios o pares de opuestos: cielo y tierra, día y noche, masculino y femenino, luz y oscuridad, bien y mal, fuerza y debilidad, etc.  A un nivel de la dualidad, en el así llamado plano invisible de las cosas, se despliegan los arquetipos, presididos en la cábala aria por el número Tres que es Uno[1], común a las tradiciones hindúes y germánica y que da origen en el pensamiento listiano a la Tríada Triunidad Triunitaria[2]. En el otro nivel de la dualidad, en el plano ligado a la dimensión visible de las cosas, se despliega la Multiplicidad aparente, la del velo de maya en la tradición indostánica, que es la de una Multiplicidad que ora confluye en el uno, ora se dispersa. En el devenir de uno y otro nivel, en el desenvolvimiento paralelo de los planos Trino y Múltiple, el Secreto de Las Runas se despliega al modo pontificial de lo comunicante, a la manera de un puente que une y vincula los mundos, el real y el aparente, el invisible y el visible, en la forma de un arquetipo que se repite (lo uno en lo múltiple) y que señala el desplazamiento o movimiento de la transformación eterna, y su réplica o duplicado en el otro plano de la realidad.

En este orden de ideas El Secreto de Las Runas está asociado a una Metafísica y a una Tradición.  Las Runas son arquetipos que hacen visible lo invisible; que enseñan y muestran el movimiento o estado de la transformación del otro plano para actuar en este plano. De allí que hayan sido usadas también con un sentido mántico; aunque su fuerte yace en una opera alquímica. Las Runas son así, transmisores de una realidad del todo desconocida e inaccesible para las atrofiadas mentes de la Edad Oscura.  Ellas poseen la capacidad de abrirnos a la súper-consciencia del otro mundo, del otro plano, la dimensión arquetípica donde yace la verdadera esencia de todas las cosas. Pero ellas ostentan este poder porque en sustancia son la expresión mejor acabada de la eterna transformación o cambio continuo a que están sujetos todos los seres.  Y esto es así porque ellas son el fruto de esta transformación, son la inteligencia del ciclo, en la medida en que su nacimiento tiene por origen la necesidad de captar en este plano el movimiento del otro. En efecto, antes de ser símbolos grabados en la madera o en la piedra, las runas supusieron un modo privilegiado de recepción o captación de la eterna transmutación y su sentido.  Dado que existe en los organismos vivos zonas privilegiadas de recepción de los momentos o desplazamientos del ciclo y captación natural de su sentido (la clarividencia o alta comprensión), los sabios antiguos, los skalder primero y luego los minnesänger, comunicaron esto a través de las posiciones del cuerpo, las que describiendo una figura u otra se prestaban mejor para la recepción del mensaje o vibración[3] (pues dicho sea en rigor, el eterno desplazamiento de todas las cosas, a través de sus tres fases, en todos los seres, vibra). Así, las runas constituyeron primero ciertas posiciones del cuerpo destinadas a captar el flujo universal, el eterno movimiento de todo lo que nace, se desarrolla y perece; y a través de ello el sentido de todo cuanto existe, en la síntesis de dieciocho movimientos (o runas) que son capaces de dar cuenta de todo acontecer. Luego las posiciones del cuerpo fueron dibujadas como símbolos y grabadas en la madera o la piedra, y transformadas en runas[4]. También los chinos pretendieron algo similar con su Libro de Las Mutaciones. Allí el flujo universal es captado en sesenta y cuatro movimientos, cada uno de los cuales da lugar a uno de los sesenta y cuatro arquetipos que explican toda la realidad, tanto la que es manifestada como la que es inmanifestada.


En El Secreto de Las Runas, la captación del sentido del movimiento del Todo es la condición que hace posible el sentido mántico y alquímico que subyace en las runas. Pues la captación de ese sentido es comprensión superlativa y clarividente de la dualidad, la trinidad y la multiplicidad en que se manifiestan todos los seres y por las que todos los acontecimientos son posibles.  La runa es así inteligencia en este acontecer del otro acontecer; esto es, visión interior (pues la runa, antes de ser un símbolo exterior es un arquetipo interno) en este plano de lo decidido en el otro. Lo que uno ve en sí es la Ley que es Destino.  Esa ley esta inscrita en el Cielo y en la Tierra, esto es, en el arriba y en el abajo (como versa el primer principio del hermetismo), en el exterior y en el interior, en el plano visible y en el invisible, en lo manifestado y en lo inmanifestado. Así, la runa hace visible lo invisible, conecta el exterior con el interior, informa sobre el flujo de las cosas, y dicta la conducta sensata en este plano de la realidad. Por ello las runas constituyen un Sistema, esto es, un Futhark, y no son nunca la mera expresión aislada de símbolos inconexos e inconcomitantes, capaces de predecir de manera autónoma (esto es, cada uno de ellos tomados y considerados en forma independiente) una realidad cualquiera determinada, o un supuesto futuro asociada a ella. Pues las runas operan solidariamente en confabulación mística, anudando todos los momentos, enlazando todos los instantes, en la medida en que ellas son expresión del flujo universal de todo acontecer. Y esta es la sustancia comunicada por El Secreto de Las Runas, la esencia en ellas descubierta por la obra y la clarividencia de Guido von List.  A esa esencia filosófica List agregará luego lo descubierto en el campo de un simbolismo mucho más amplio que implica e involucra a la heráldica, la arquitectura, el paisaje, el folclore germano, los dichos populares, e incluso el antiguo arte de la repostería alemana



[1] Cfr. Die Hochheilige Drei (GLB 2) p. 14; v. también para este interesante tema "Dreidimensionales Leben des Menschen (GLB 3) p. 21
[2] La Triada-Triunidad-Triunitaria es un concepto listiano que expresa la idea de una Triada de elementos que ora confluyen, ora se disgregan.  Ése es el significado correcto de esta expresión.  Lo que List quiere marcar con ello es que la "unidad" y la "dispersión" se dan también al nivel de lo Trino y lo Múltiple (como se ve igualmente con la idea de la Multiplicidad Multiconforme Multidispersa).
[3] Cfr. Mysterium der Selbstweihe (GLB 1), p. 7. En El Secreto de Las Runas (Versión castellana de Hyranio Garbho) v. p. 55. 
[4] Estas ideas sobre las Runas, como trazos tardíos que imitaban las posiciones en las que el Cuerpo podía captar mejor el flujo universal de todo acontecimiento, tienen su origen en uno de los discípulos de List llamado Friedrich Bernhard Marby.  Este autor condensó sus ideas sobre las runas en una única obra titulada Marby-Runen-Bücherei, y en una serie de artículos publicados en las más diversas revistas de la época.  En esencia, lo que propone Marby es que el hombre puede tanto recepcionar como transmitir ondas, y a través de esta operación puede disponerse en la captación del sentido del flujo eterno dependiendo de la posición del cuerpo y ciertas influencias planetarias, unidas ambas al magnetismo de la tierra, la hora del día y la configuración del paisaje.

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