miércoles, 10 de noviembre de 2004

Hyperbórea

Por Hyranio Garbho



Hablar de Hyperbórea supone por lo menos dos cuestiones distintas, pero no incompatibles.  Hyperbórea es, por una parte, una leyenda de la que nos cuentan, de antiguo, los poetas, historiadores, sabios y filósofos griegos.  Pero Hyperbórea es también un arquetipo, un símbolo, una realidad trascendente que hace referencia a la conquista de un ideal, a la búsqueda de un tesoro espiritual.   Entre estas dos Hyperbóreas es posible  dibujar un cuadro de paralelismos, correspondencias y sincronías.   Demás está decir que ese cuadro no se explica por sí solo.  La realidad trascendental a la que hace referencia Hyperbórea supone estar familiarizado, medianamente, con la naturaleza arquetípica del mito y saber, además, de cuestiones tales como sincronicidad o correspondencias analógicas.  Como sabemos que ello, en un alto porcentaje, no es así, el camino de exposición que haremos supondrá detenernos, cada vez que ello se haga necesario, en todos aquellos conceptos que, de un modo u otro, constituyen la matriz o marco de comprensión de este asunto.  Así, esperamos ir desplegando una inteligencia más comprensiva del Mito de Hyperbórea, y hacer luz sobre una serie de cuestiones que atañen, de manera definitiva, el destino del hombre de nuestros días.

La Leyenda de Hyperbórea

Las noticias sobre Hyperbórea nos llegan desde los tiempos más remotos y son los griegos los primeros en informarnos sobre ella.  Pese a que no existe uniformidad de criterios acerca del mito, todos los relatos parecen coincidir en que se trata de una isla o región ubicada en el más extremo septentrión.  Este pequeño dato es la base para comenzar a reconstruir el Mito de Hyperbórea. Hyperbórea significa, literalmente, “más allá del viento boreal”.  Para los griegos, correspondía a la región al norte de Tracia, residencia del dios Bóreas.   Ese lugar era concebido por los griegos como una región de bosques frondosos impenetrables, plagado de criaturas terribles, al que seguía un inmenso espacio de océano congelado, la mítica región de los hielos eternos.  Hyperbórea estaría situada más allá de esta región, en una tierra de clima templado que seguiría a estos hielos.  Desde el punto de vista arquetípico éste es un dato no menor que habría que tener en cuenta, en la serie de correspondencias y analogías que irán desplegándose en torno del mito. 

Otra versión del mito identifica a Hyperbórea con la Isla de Ávalon, conocida también como la “Isla Blanca”.   El nombre de Ávalon viene de Albionia, antigua denominación con la fue conocida la Isla de Bretaña.   Los griegos hablan en sus mitos de “Leuké”, la Isla Blanca, (de “Leukós”, que en griego quiere decir “blanco”).  Diodoro de Sicilia habla de Hyperbórea y la llama la “Isla Blanca” (Leuké). Según este autor la Isla se hallaría en el Océano más allá de los Pilares de Hércules, enfrente de la Patria de los Celtas.  También Cólquida, en la saga de los argonautas, se hallaba más allá de los Pilares de Hércules, en los confines de la Tierra.   Los hindúes hablan de Çveta Dvipa, la Isla Blanca, o Isla Resplandeciente, residencia del dios Vishnu, ubicada también en el último lugar del mundo. Ávalon, Leuké y Çveta Dvipa son Islas Blancas, Islas de la transfiguración espiritual, lo mismo que Cólquida, residencia del vellocino dorado.  En todas ellas la correspondencia con Hyperbórea es explícita.  Según esta otra versión del mito Hyperbórea habría sido una Isla Blanca o Isla Resplandeciente (la famosa Isla de los Bienaventurados, quizá), ubicada en el Gran Océano, en alguna región perdida en los confines de la Tierra.  Hyperbórea era la residencia de Apolo, lo mismo que Çveta Dvipa era la tierra originaria de Vishnu.  Existen correspondencias y analogías extraordinarias entre Apolo y Vishnu, lo mismo que las hay entre Dionisio y Shiva.   Vishnu es a Shiva lo que Apolo es a Dionisio y viceversa.  Desde una perspectiva arquetípica la identificación entre Çveta Dvipa e Hyperbórea está ampliamente justificada, pues el rol arquetípico que juega Apolo entre los griegos guarda sincronicidad con el papel que desempeña, entre los hindúes, Vishnu (esto se explicitará más adelante cuando  abramos a la comprensión del lector a las claves de la inteligencia arquetípica).  


Pero también es clara la identificación de Hyperbórea con Ávalon, Leuké y Cólquida, las islas delOcéano más allá de los Pilares de Hércules en las que se conserva un tesoro de naturaleza espiritual (el sagrado Graal en Ávalon y el vellocino dorado en Cólquida).  Según Strabone esta Isla se hallaba a seis días por mar de Bretaña en las proximidades del mar congelado.  El Mar congelado es el Mare Cronide, lugar en el que, según Plutarco y Plinio, yace dormido Cronos.  En la mitología griega Hyperbórea es la tierra a la que es llevado Cronos encadenado tras ser derrotado por Zeus, su hijo.  Este es otro paralelismo simbólico interesante, pues Cronos representa al Tiempo (de hecho Xronos, en griego, significa Tiempo).   En Hyperbórea Cronos yace dormido o encadenado.  El simbolismo de esto es evidente.  Se trata de una Isla en la que el tiempo no transcurre (Eternidad), o marcha en una dirección contraria (Involución), la dirección del retorno a la Edad dorada, la Edad de los Héroes y los Dioses. 

Entre esta segunda versión del mito y la primera existe todavía otra analogía interesante.  En el primer relato  Hyperbórea se halla más allá de los Hielos Eternos, en el extremo Septentrión.  En la segunda versión Hyperbórea se halla más allá del Mare Cronide, el mar de las aguas congeladas.  Tanto los Hielos Eternos como el Mare Cronide constituyen un arquetipo de lo insondable, un símbolo de los peligros que depara el viaje hacia el sí mismo.  También el bosque es un arquetipo de los peligros de lo insondable, la región o tierra que se precisa atravesar para llegar al sí mismo.  En términos simbólicos el bosque, el mar, los hielos eternos representan las pruebas del alma, los desafíos que el héroe debe superar para conquistar la inmortalidad.  Hyperbórea simboliza la inmortalidad a la que sólo se puede acceder tras cruzar un bosque de vegetación frondosa e impenetrable, a la que le sigue un mar de aguas congeladas o los hielos eternos.  En la otra versión del mito Hyperbórea se halla en los confines de la tierra, símbolo esto último de lo inalcanzable, a la que se llega únicamente por mar, tras atravesar un océano de aguas profundas y peligrosas.

Una última correspondencia analógica vincula a Hyperbórea con “airyanem vâejô”, la residencia originaria de la estirpe aria.  El símbolo peremnis de los arios ha sido siempre la swástika, forma hindú estilizada de la cruz céltica, símbolo de Ávalon e Hyperbórea.   De hecho Vishnú, dios que reside, según la mitología de los hindúes en Çveta Dvipa (Hyperbórea), tiene como símbolo representativo la swástika.  Se ha establecido que este símbolo presta su estructura básica a todo el simbolismo ario, influyendo desde ese universo cultural a todas las formas de cultura que, en alguna medida u otra, han tenido algún grado de contacto o relación con los arios.   La forma primitiva del símbolo prescribe una línea recta horizontal atravesada por una línea recta vertical en la forma de una cruz con todos sus brazos equidistantes y encerrada en un círculo.   El círculo simbolizaría el no-tiempo, la eternidad, o una concepción del tiempo desde la perspectiva del retorno o la involución.  La línea vertical representaría el principio masculino de lo manifestado, la horizontal, el lado femenino.  El símbolo, en su completud, representaría la idea aria de lo perfecto, ideal que en su devenir trascendente irá cobrando otras formas análogas de representación.




Símbolo Primordial Común a todas las culturas
Swástika original derivada del símbolo primordial y cultivada entre los hindues
Símbolo del kultrún mapuche… el parecido con el símbolo primordial es evidente

Analogías, Sincronías y Sincretismos 


Más allá de todas las consideraciones previas sobre Hyperbórea, los dioses y los símbolos que la  representan, el mito en sí redunda en una estructura básica de la que podemos desprender su función como arquetipo.  En todas las versiones de este mito Hyperbórea aparece como una Tierra mágica de clima templado, con una abundante y generosa vegetación, ubicada en el extremo septentrión o en los confines más remotos de la tierra, liberada del tiempo, a la que se puede llegar sólo sorteando bosques impenetrables, hielos eternos o mares congelados, cuya civilización habría participado de una forma de conocimiento trascendente, y en la que sus habitantes habrían sido seres venidos de otras estrellas.  Todos estos aspectos del mito nos hablan inequívocamente de un símbolo-arquetipo, de una estructura de la realidad trascendente, cuya comprensión se haga, quizá, más nítida si se pone en relación este mito con las distintas formas de correspondencia de las que ya hemos hablado, y de algunas otras que nos falta por mencionar.

Hyperbórea, residencia de Apolo

Partamos, pues, por establecer la primera correspondencia y sincronía.  Trátase de Hyperbórea como residencia Apolo.  Según cuenta la leyenda Apolo se retiraba a Hyperbórea cada diecinueve años para rejuvenecer.  Esto sugiere que la región fue concebida por los griegos antiguos como un lugar mágico de transfiguración.  Apolo rejuvenece en Hyperbórea.  Aceptemos que rejuvenecer es otra forma de renacer.  El renacido es un rejuvenecido, pues en el volver a nacer se experimenta la misma opera alchimica que en el acto de rejuvenecer.   Ahora bien, en lengua sánscrita, la palabra para decir “renacer” es “aryo”, de donde deriva la moderna palabra “ario”.  El ario o aryo es el renacido, el rejuvenecido en el espíritu.  Es preciso recalcar esto último, pues la condición de “aryo” o ario es la de un “hombre espiritual”, o la de un hombre vuelto a nacer en el espíritu.  La palabra también, en otras acepciones, se identifica con la condición de noble, de donde desprendemos que, en la época antigua, la nobleza estaba asociada más bien a una condición espiritual (de iniciación) más que a la posesión de riquezas materiales. 
Si Apolo rejuvenece en Hyperbórea es porque Hyperbórea es un lugar mágico, una tierra de trasfiguración.  Ese poder está representado en otros mitos por diversos objetos o cualidades, entre las que destaca lo “resplandeciente”, los colores “dorado” o “blanco”, y, en algunos casos, la propiedad esférica o piramidal de los objetos.  Ejemplo de ello son las manzanas “doradas” del jardín de las Hespérides, o el vellocino de “oro” que custodia el dragón en la remota isla de Cólquida.  Ambos objetos son dorados y resplandecen del mismo modo que la Isla de Ávalon y Çveta Dvipa, la Hyperbórea de los hindúes, residencia de Vishnú.  Pero también, ambos objetos son mágicos y representan la inmortalidad.  Quien come de las manzanas doradas del jardín de las Hespérides alcanza la inmortalidad, lo mismo que quien posea el preciado vellocino de oro.  En la mitología pagana más antigua la misma función está reservada al Graal, la piedra mágica desprendida de la corona de Lucifer.  El Graal es igualmente una piedra resplandeciente, con cuyo poder se alcanza la opera alchimica máxima, la trasformación de los elementos.  Adicionalmente, las manzanas del jardín de las Hespérides y el vellocino de oro poseen el mismo poder.  Ello llevó a los antiguos a postular a Hyperbórea como la patria originaria de este antiguo poder.  El vellocino de oro, las manzanas del jardín de las Hespérides y el Graal no son sino tres nombres distintos para referir la misma realidad arquetípica.  Esa realidad no es otra más que la de la Opera Alchimica, el poder de la trasformación de los elementos, la transfiguración (o liberación) del Espíritu.

Lucifer y El Graal originario

El segundo paralelismo y sincronía está referido a Ávalon, Leuké y Çveta Dvipa.  Según los relatos medievales Ávalon es la residencia del Graal.  El Graal responde a una tradición pagana antiquísima echada a perder por las tergiversaciones y añadidos que ha hecho el cristianismo.  En su sentido original el Graal no tiene nada que ver con la copa de ningún carpintero galileo crucificado en el medio oriente.  Antes bien, el Graal es un símbolo arquetípico fundamental del inconsciente colectivo ario.  Las leyendas más antiguas del Graal dicen que éste es una piedra preciosa desprendida de la corona de Lucifer tras la caída de éste del paraíso (según las fuentes provenientes del Wartburgkrieg).  Lucifer, por cierto, no es el diablo.   La asociación entre Lucifer y el diablo es algo relativamente tardío y forma parte de una de las tantas tergiversaciones que ha llevado a cabo el cristianismo.  En las tradiciones más antiguas Lucifer (Eosphoros, en griego) aparece como una divinidad menor, como un dios asociado a la stella matutina o stella vespertina (venus).  Es el portador de la luz o de la Aurora, el que ilumina en la oscuridad.    No existe, en rigor, ningún relato bíblico que haga referencia a la conocida historia de Lucifer y su expulsión del paraíso.  Los dos únicos pasajes de la biblia en que parece basarse esta historia son tan ambiguos que no constituyen una fuente sólida para referir dichos acontecimientos.    No obstante esto, la historia parece haberse popularizado al margen de los relatos bíblicos y para el siglo XIII constituye una historia solida y de profundo raigambre popular.  Basado en los textos de Isaias 14 y Exequiel 28 la imaginación del Medioevo supuso que había existido, en el principio de los tiempos, una gran conflagración entre Dios y Lucifer, el ángel rebelde.  El motivo de la discordia habría sido la soberbia de Lucifer, quien como principal y favorito de Dios creyó poder igualarlo en poder y majestad.  Con una fuerza igual a un tercio de los ángeles del paraíso se rebeló contra Dios y protagonizó una guerra de la que saldría derrotado y expulsado hacia las regiones del inframundo.  Aunque esta historia, narrada así, no aparece en ninguna parte de la biblia y en ningún otro libro de data similar, ha pasado a la historia como la versión oficial de lo acontecido con Lucifer en el paraíso.   Y aunque ello es así, aunque la historia de Lucifer no es más que una recreación tardía hecha a partir de elementos de la tradición oral cristiana, no deja de sorprender los profundos paralelismos que guarda esta historia con otras historias surgidas en otros complejos culturales y étnicos, particularmente, en lo que dice relación con la cultura aria.   Después de todo esta historia se popularizó en el Medievo cristiano, entre gente europea, quienes pudieron muy bien, por asociación analógica, reconstruir sus propias leyendas a partir de los nuevos elementos que le referían las narraciones populares cristianas.  

En el Wartburgkrieg se cuenta que Lucifer, tras su caída al inframundo, pierde un objeto muy preciado, una piedra que se desprende de su corona.  Esa piedra es el Graal y simboliza, en principio, el poder y la majestad perdida por Lucifer tras su derrota.  La piedra se halla, según los relatos medievales, en Ávalon, la Isla Blanca (no olvidemos que Leuké e Hyperbórea son Islas Blancas) y su poder es tal que sólo está reservada a los elegidos tras sortear con éxito una serie de peligros.  El esquema arquetípico se repite.
Más allá de Lucifer y los relatos bíblicos, más allá incluso de la leyenda del Graal (a la que, por cierto, volveremos más adelante) los más antiguos relatos nórdicos y arios nos hablan, efectivamente, de una gran conflagración cósmica, de una guerra de proporciones épicas, en la que algunos dioses son derrotados y muertos en combate (Wotán entre ellos) o, simplemente, tras vencer, sucumben a la muerte (Thor, es un ejemplo de esto último).  Es el Ragnarok, o crepúsculo de los dioses, acaecido en la última y más oscuras de todas las épocas.
  
El Ragnarok

 Como ninguna otra la mitología nórdica describe un final para los dioses.  A diferencia de las creencias cristianas, judías e islámicas (todas, por cierto, surgidas del mismo tronco semítico), cuyas supersticiones les llevan a creer en la existencia de un dios eterno, la mitología nórdica, en cambio, propone un final de los dioses en el crepúsculo de los tiempos, final escatológico cuyas correspondencias y analogías con Hyperbórea cabe mencionar aquí.  La causa del Ragnarok, su motivo principal, es la conflagración que enfrenta, con suerte desigual, a dioses y gigantes; pero lo verdaderamente relevante, en esta línea de paralelismos y sincronías que construimos, es la desaparición conjunta de dioses, gigantes y otros seres que pueblan la tierra, junto al contexto escatológico que sirve de escenario a esta monumental batalla del fin de los tiempos.

En los Eddas puede leerse lo que sigue:

“El Invierno de Fimbul ya ha llegado. Cae mucha nieve desde los cuatro puntos del mundo; la escarcha asesina prevalece.  El Sol se oscurece a mediodía; ya no tiene alegría; tormentas devoradoras soplan sin fin.  Los hombres esperan a la llegada del verano en vano.  El invierno sigue al invierno tres veces en un mundo lleno de nieve, escarcha y hielo… no obstante, hacen guerras, derraman sangre y existe cada vez más maldad…”

Y en otro pasaje:

“Hay desastre en el cielo.  El lobo gigante Skoll se ha acercado cada vez más hacia el Sol, y ahora lo traga.  La Luna es devorada por Hati-Managarm… Así que el Sol está oscurecido a mediodía, y los cielos y la tierra se ponen rojos de sangre, los tronos de los grandes dioses gotean sangre.  La Luna también está perdida en la oscuridad, mientras las estrellas desaparecen de los cielos… Midgard arrasado; el humo ronda por las cumbres de las montañas; todo se quema; nada vive.  Asgard está arrasado y el fuego envuelve el tronco de Ygdrassil… La Tierra, ardiendo y negra, se hunde en el océano; las olas la cubren…   Ahora ya no hay nada más sino una oscuridad espesa y un silencio total… ”

También el Völupsá ofrece una descripción similar del Ragnarok:

“El Sol se oscurece, se hunde la tierra en el mar, se agitan del cielo las brillantes estrellas; surge vapor furioso, el fuego se alza, y llega el calor hasta el mismo cielo”.

 Todos estos pasajes de la literatura nórdica reflejan un final escatológico de los tiempos, en la que dioses y demás habitantes del planeta desaparecen.  Ahora bien, más allá de la conflagración que enfrenta a dioses y gigantes en el final de los tiempos, más allá, incluso, del sentido escatológico de este final, lo verdaderamente importante, lo relevante en un primerísimo sentido, es el hecho que los dioses desaparezcan de la faz de la tierra, es la idea de que haya un fin para los dioses.  Esta cuestión es relevante porque marca un principio de originalidad en el relato nórdico.  Otros complejos culturales del mundo (por no decir, la mayoría de ellos) refieren un final apocalíptico de la tierra, con oscurecimiento de la Luna y el Sol, y lluvias de fuego que amenazan con quemar el planeta.  La historia del diluvio (la tierra tragada por las aguas de los mares o los océanos) también constituye una narración común a muchas culturas.   Pero la idea de que los dioses desaparecen en el final de los tiempos, cuando la Tierra es tragada por las aguas y el Sol y la Luna se oscurecen, esa idea, digo, sólo es común a los pueblos nórdicos de raza aria.

A diferencia del Ragnarok el mito de Hyperbórea no refiere ninguna catástrofe, ningún final escatológico en el crepúsculo de los tiempos.   Pero si se hurga más detenidamente se hallara en el Mito de la Atlántida la historia de una civilización que sucumbió en el lapso de una noche a raíz de una catástrofe del tipo escatológico.

martes, 9 de noviembre de 2004

El Significado del nombre de Thule


Por Hyranio Garbho


Muy pocos, por no decir casi nadie, conoce el significado de la palabra THULE y su símbolo.  Thule es el nombre de la patria más antigua de los arios; tierra que algunos por ignorancia, y otros por pereza mental, llaman equívocamente HIPERBOREA.  Hiperbórea no es un nombre, sino una expresión -esto es, una forma de hablar, de expresarse, utilizada por los griegos para nominar a Thule.  La palabra Hiperbórea significa "más allá de Bóreas", esto es, más allá de donde habita el dios del viento-norte, cuyo nombre es Bóreas, y que los griegos creían era la región de Tracia. 

Píndaro fue el primero en utilizar esta expresión, pero curiosamente nunca habló de Hiperbórea περβορεια), sino de los hiperbóreos (ϒπερβορειοι)[1].  Esto es significativo, porque revela hasta qué punto el poeta desconocía el nombre de esta tierra, y nombraba a sus habitantes del mejor modo que podía hacerlo en griego: los hiperbóreos, esto es, los que habitan más allá del viento del norte. 

Pero Hiperbórea no era el nombre de esta Tierra, ni sus habitantes se llamaban a sí mismos hiperbóreos.  El nombre verdadero de Hiperbórea era Thule y sus proto-habitantes se llamaron a sí mismos arkhanen.  Ambos nombres, el del país y el de sus proto-habitantes, son de origen rúnico.  Se trata de kalas sacras o iroglif (en lengua listiana).  Las kalas sacras, formas proto-rúnicas invariables, son un conjunto de jeroglifos arios inmemoriales anteriores incluso a las kalas simples o runas irmionen.  Autónomas respecto de estas últimas pueden, a veces (y el caso de las palabras Thule y Arkhanen es uno), llegar a depender de las kalas simples en su denominación, significado y diseño cuando suponen la conjunción de tres o más runas irmionen.  Aunque se ignora el por qué, esto puede dar la idea de que las kalas simples son una descomposición de kalas sacras, según el significado y utilización de estas últimas. 

La Palabra THULE escrita con runas irmionen

La palabra THULE fue utilizada, por primera vez, en el siglo IV antes de la Era Común, por un marino y explorador griego conocido como Pytheas de Massalia.  Este identificó el nombre de THULE con una isla ubicada a seis días al norte de Bretaña, donde, según sus palabras, el Sol estival, allí, nunca se ponía.  Se trataba, pues, de la vieja y mítica tierra de los HIPERBÓREOS de Píndaro, la isla blanca (Leuke, Albionia, Ávalon, Sveta Dvipa) que en las jornadas de Las Bodas de Arkhanen representa al viejo continente desaparecido, la Antigua Tierra (Alt-Land o Atlántida) de los Arkhanen Sippe (sobre este particular tema escribiré próximamente un artículo en mi Blog).   La palabra que Pytheas de Massalia utilizó para el país fue Θουλη, lo que puede pronunciarse como THULE o ZULE.  De allí que la transcripción latina de la palabra fuese THULE.  Muchos siglos después, los cartógrafos europeos, particularmente Olaus Magnus, motivados por la transcripción de la palabra, y en la ignorancia absoluta de la escritura original y el sonido de ésta en griego, interpretaron la "U" latina como una "Ypsilon" griega, y modificaron el nombre en sus mapas por el de TILE, pensando que el original en griego era Θυλη y no Θουλη (esto es de una importancia mayúscula para nosotros, los chilenos, los que habitamos en TILE o ZILE, origen remoto del nombre CHILE -y con esto, no se crea que soy consciente que he revelado un secreto de INICIACIÓN). 

Extracto de la Carta Marina de Olaus Magnus
donde THULE aparece mencionada como TILE


El iroglif THULE resulta de la conjunción de cuatro runas irmionen.  Estas runas son: la runa "THOR", la runa "UR", la runa "LAF" y la runa "EH".  THOR, en el futhark irmionen, representa la victoria sobre la muerte.  Su significado está asociado al rejuvenecimiento, a la renovación.   Rejuvenecer (no olvidar que APOLO iba cada diecinueve años a Hiperbórea -léase a THULE- a rejuvenecer) significa vencer la muerte.  Es el proceso contrario de la senectud, el camino a la inversa de la vejez que lleva a la muerte.  Y ése es el significado esotérico de la runa THOR, el sentido que redescubre para nosotros el viejo vidente compositor de la novela Carnuntum.  La runa "UR" significa comienzo.  Se trata del comienzo en este mundo, en este plano de la realidad, no en el otro.  Ése comienzo está asociado a una Caída, una derrota, una Untergang, representada por la runa "LAF".  Uno de los significados esotéricos de la runa LAF, en el sistema irmionen, es el de Caída.  Enseña éste que todo verdadero ascenso tiene como precondición una "Caída", una "Derrota".   Pero no se trata de cualquier caída.  Es la caída de la muerte mística, la muerte de iniciación, el símbolo de la combustión del ave Phoenix (un mito ario, en verdad, y no medioriental) lo que viene representado en esa derrota.  Es el descenso al Hades de Orfeo y Dionisio.  Esto lo testimonia la runa que acompaña a LAF en el nombre de THULE.  Esta última runa es la runa EH, runa del matrimonio mágico, del ELELLA de Serrano, de la unión o yoga entre el cielo y la tierra, lo masculino y lo femenino.  Esta runa determina el carácter de la Caída.  Se trata de una Nupcia, una Boda, un Yoga.  Es un pacto para la conquista del cielo.  El nombre de THULE enseña (señala, recuerda, hace recordar) que para vencer la muerte, renovar la vida, conquistar el cielo se precisa antes PERDER, ser derrotado.  Y serlo sacramente en un campo de batalla.  Es éste el sentido que tiene la expresión, tan cara a Serrano, de "ganar perdiendo"[2]. 

El Iroglif THULE en lengua kálica


En Las Bodas de Arkhanen, escrita original y enteramente en kálico, Thule es el nombre del país de los Arkhanen.  Los Arkhanen son la tribu de los primeros habitantes del planeta llegados de las estrellas, particularmente de la constelación de Tauro, de la estrella de Aldebarán (llamada ARKHANA por los arkhanen).   Han sido derrotados allí por los Yrosen, cuya raza está destinada a desaparecer igualmente.  Esta derrota es una derrota arquetípica.   Es un símbolo alquímico, un lapis exilis, que señala el camino de retorno a la patria original.   Se vence a la muerte en el conocimiento nupcial, yoguico, de que la caída es la precondición al ascenso, lo que expresado en términos esotéricos es el equivalente de la fórmula NUNC SCIO TENEBRIS LUX (ahora sé que de la oscuridad -la caída, la derrota- viene la luz -el ascenso, la conquista del cielo, el rejuvenecimiento o triunfo sobre la muerte).  El nombre del país rememora (en un sentido señero) la fórmula, el camino, la vía, que conduce de retorno a la patria pérdida de los orígenes.

En uno de los símbolos herméticos más significativos de los círculos esotéricos anteriores a la llegada del Tercer Reich, compartido indistintamente por la Thule Gesellschaft y la Sociedad del Vril, se puede leer lo que sigue:

Dem neuen Zeitalter entgegen
Sieg und Heil großdeutschland
Im Kampf für die Welt
Heil das neue Reich Thule!

Lo que traducido al castellano es:

Hacia una nueva Era
Salve Victoria a la Gran Alemania
En la lucha por el mundo
Salve el nuevo reino de Thule



Símbolo del Sol Negro del Nuevo Reich de Thule


En la perspectiva de Las Bodas de Arkhanen esta leyenda constituye una profecía.  Si Alemania es el nuevo reino de Thule, sólo de sus cenizas, de su derrota, renacerá la nueva Era.   Por eso Hitler debía perder para ganar.  Esto lo sabía muy bien don Miguel Serrano, pero lo sabían también los miembros de la Sociedad Thule, donde Hitler fue iniciado, según el propio testimonio de su maestro e iniciador, Dietrich Eckart.  La derrota de Alemania traerá oscuridad al mundo, pero allí será sembrado el germen del Provenir, la luz que reemplazará estas tinieblas.

Cuando Thule fue fundada, un día muy atrás en el tiempo, se la llamó así para grabar a fuego en la memoria el sentido y destino de los ARKHANEN SIPPE.  Estos deberán volver a pasar por la derrota para sembrar las semillas que germinarán la Nueva Era.  Esa derrota monumental ya aconteció. Y de las trincheras improvisadas de resistencia, surgidas por todas partes desde el mismísimo 8 de Mayo de 1945, comenzó a germinar la Nueva Era.   Esa Nueva Era -Era de retorno al Satya Yuga, retorno a la Patria Ancestral, Edad Dorada de los Dioses (los Arkhanen)- está ya, germinando, en la más profunda oscuridad espiritual de que se tenga noticias en la historia.  Pero de esa oscuridad brotará la luz del Nuevo Amanecer.  Pues, después de todo, eso es lo que significa el nombre de THULE (Después de la Noche, el Día - o dicho como lo indica el Proto Escudo Nacional Chileno POST TENEBRAS LUX).



[1] Píndaro decía: "... ναυσὶ δ' οὔτε πεζὸς ἰών εὕροις ἐς Ὑπερβορέων ἀγῶνα θαυματὰν ὁδόν. (...ni en naves, ni a pie, podréis alcanzar el extraño camino a la asamblea de los hiperbóreos)".   Esta es la traducción correcta del verso de Píndaro que Serrano interpreta en la fórmula "Ni por mar, ni por tierra...".

[2] Miguel Serrano utilizó en innumerables ocasiones esta expresión, pero nunca la explicó.  Ello fue probablemente por razones de hermetismo.  Pero el hecho de usarla -y usarla conscientemente- revela hasta qué punto era conocedor de la filosofía bosquiana.